Desde mediados
del siglo XIX nació la ingeniería colombiana en las aulas del Colegio Militar,
creado por iniciativa del general Tomás Cipriano de Mósquera para formar los
oficiales del Estado Mayor y los ingenieros civiles, a la manera de los
institutos franceses de la era napoleónica.
El despertar del siglo XX coincidió con la
cruenta guerra de los Mil Días, que paralizó el progreso nacional. Pero
entonces surgió la visión del general Rafael Reyes como jefe de Estado, que
continuó el desarrollo ferroviario e inició la era de las carreteras, una vez
difundido el invento del automóvil. La ingeniería colombiana recobró entonces
sus impulsos iniciales y los proyectó a lo largo de tres décadas, en que las
obras viales concentraron el esfuerzo realizador y el desarrollo tecnológico,
con la iniciación de los pavimentos y la instalación de grandes puentes
metálicos, que después evolucionaron hacia las estructuras de hormigón armado.Paralelamente, desde la década de los años veinte se promovió la rectificación del río Magdalena y la apertura de las Bocas de Ceniza para realizar el puerto de Barranquilla, que complementara las facilidades de Cartagena, Santa Marta y Buenaventura, simultáneamente expedidas para habilitar el desarrollo del comercio internacional. Por esa misma época se inició el transporte aéreo, en que Colombia figuró como pionera de América.
Este proceso de la ingeniería de obras públicas inició su diversificación en la década de los años cuarenta con las primeras centrales hidroeléctricas, construidas en los saltos de Guadalupe y Tequendama, además de las obras sanitarias de las ciudades principales y las irrigaciones en los llanos del Tolima. Entonces penetró la técnica extranjera y se produjo la especialización profesional de los ingenieros colombianos.
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